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CRÓNICAS CONTRA EL OLVIDO: LA REDONDA Y TERCA PASIÓN

Alexandra Díaz Valera, de treinta años, dirige el equipo femenino de fútbol del Club Sport Boys y un grupo de la comunidad de fútbol femenino para adultas, Eliz. Juega el deporte de las multitudes desde que tiene uso de razón, pero un diagnóstico médico la mandó a la banca.

Mercedes Benites Elorreaga
@mercedes.beniteselorreaga

Alexandra Díaz Valera había defendido con intensidad y dedicación los colores del Deportivo San Borja, el River San Borja y del equipo de futsal de la Universidad de San Marcos, durante cinco años, como volante de contención y arquera, pero las lesiones a sus articulaciones, tendones y músculos eran cada vez más constantes. Su cansancio extremo, moretones y frecuentes contusiones la preocupaban sobremanera.

Se trataba de una hiperlaxitud articular que, finalmente, la sacó del juego competitivo y protagónico. Alexandra afrontó su diagnóstico con valentía. Le puso mucha paciencia a los descansos y las terapias, aunque no fueron pocas las veces en que pensó que se le habían cerrado todas las posibilidades de vivir la pasión de su vida.

Para Alexandra, el fútbol, que comenzó a jugar a los cinco años en su barrio de San Martín de Porres, es la felicidad suprema. Desde las primeras y divertidas disputas del balón en la canchita de tierra, cuando las jugadoras parecían flotar en una nube de polvo; así como en el patio del colegio que se convertía en losa deportiva y donde se jugaba al límite y se inventaba cómo caer para evitar las lesiones, hasta en el gras sintético, Alexandra siempre supo que ir detrás de la redonda sería su feliz destino.

Lo que no se imaginó es que a los veinticinco años estaría condenada a mirar los partidos desde la línea de banda, siguiendo con atención las jugadas y los movimientos del equipo que dirige, y pensando en resolver los cambios de jugadores o de esquemas. Pero así es el destino y hay que adaptarse.

Ella regresó al fútbol con su licenciamiento como profesora de Educación Física en 2016, y como arquera y apoyo del comando técnico de fútbol femenino de Alianza Lima, el club de sus amores, en 2018, gracias a la invitación del profesor Samir Mendoza. Alexandra recuerda mucho un partido preliminar que jugó en el estadio Alejandro Villanueva, conocido como Matute. “Yo tapaba para el equipo de Independiente San Felipe. Había mucha expectativa, porque no se veía con frecuencia un partido de mujeres. El estadio estaba bullicioso. Había nervios. Podía oler el gras recién cortado y la tierra húmeda. Detrás de mí, la barra de Alianza me gritaba de todo. Tenía que manejar muy bien la presión, que aprendí a hacerlo desde las competencias sanmarquinas. Jamás imaginé que, siendo hincha de Alianza, podría defender la portería de un rival, pero había que defender el equipo por el que uno juega. Fue una experiencia muy linda”.

Luego de graduarse como entrenadora de fútbol profesional por la Federación Peruana de Fútbol (FPF), desde enero de 2020 tiene a su cargo al equipo femenino del Club Sport Boys y a un grupo de la comunidad de fútbol femenino para adultas, Eliz. Con mucho esfuerzo, creatividad y constancia mantienen viva su pasión, a pesar de las carencias de infraestructura, seguridad, implementos deportivos y retribución económica.

Para Alexandra, la situación actual del fútbol femenino se debe, entre otras cosas, a la falta de apoyo de las empresas e instituciones en las que aún predomina la idea de que el fútbol no es un deporte para mujeres. “El Perú es un país machista. El desarrollo del fútbol femenino podrá visibilizarse cuando cambie esa mentalidad, cuando los clubes profesionales se den cuenta de que nosotras no solo somos un requisito para su licencia”.

✍ Trabajo final del Curso Virtual Crónicas Contra el Olvido, dictado por el maestro Eloy Jáuregui en la Escuela de Comunicaciones Artífice (ECA).


Fotos: Natalia Roncal Benites

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